Hoy recibí un gran recuerdo. Un libro que me envió mi nuevo amigo Claudio Meunier desde Bahía Blanca. Se llama Del Infierno a la Victoria y es parte de su gran investigación sobre voluntarios argentinos que volaron para Los Aliados en la Segunda Guerra Mundial. Su sincera dedicatoria me emocionó y me llevó a escribir este post.
Cuando empecé a hacer fotos siempre vivia en mí la fantasía de ir a una guerra. Ya de adolescente me cautivaba la lectura sobre Malvinas, iba a los actos cada 2 de Abril y muchas veces éramos sólo mi amigo Gabriel «El Paraguayo» y yo los únicos «civiles» que acompañábamos a ex-combatientes y familiares. Recuerdo la calidez con la que nos recibían porque parecíamos 2 bichos raros, unos jovencitos que se interesaban en lo que nadie quería ver. Cuando empecé a crecer y a trabajar como fotoperiodista mi sueño fue virando en conocer las Malvinas y poder hacer un relevamiento de los lugares en los que se luchó, las trincheras en las que miles de jóvenes dejaron todo por su país y hacer allí las mejores fotos posibles para rendirles homenaje y mantenerlos presentes en la memoria colectiva. Hoy, aunque no este entre mis prioridades, ese sueño sigue vivo y es una deuda personal.
Pero de a poco, las Malvinas comenzaron a ser parte de mi carrera profesional. Aún a miles de kilómetros de distancia. Hace 5 años, cuando se conmemoraban los 25 años de la Guerra, pude fotografiar a Alan Craig en BuenosAires, un hombre muy macanudo que había sido soldado del Ejército Argentino y que por haber estudiado en el colegio San Albano manejaba el inglés a la perfección. Alan fue elegido por los ingleses como traductor mientras los soldados eran transladados en el barco Camberra al continente tras la rendición del 14 de Junio. Eso le valió para que la Inteligencia militar argentina lo considerara espía. Que sus ancestros hubieran servido en las 2 Guerras Mundiales para la corona británica hizo más difícil de entender la situación para el gobierno militar argentino y Alan no pudo recuperar su DNI hasta pasado un año de la Guerra de Malvinas. En 2007 su historia interesaba a un diario escocés, el Scotland On Sunday, mientras acá era un remoto desconocido.
En aquella entrevista Alan se presentó con Alas de Trueno, otro de los libros escritos por Claudio y esto es lo que vincula ambas historias, para mí algo grande del destino.
El año pasado comenzamos a dar forma a SoyFinisher! junto a mi amigo Juan Pablo. SoyFinisher! es una plataforma para vender fotos deportivas, nada más alejado de la guerra que esto. Pero realmente estaba lejos de Malvinas? Gracias a esta web trabé mayor relación con Franco, un amigo a quien veía poco pero que al hacerse de su primera Nikon comenzó a trabajar con nosotros en las competencias deportivas, y las carreras y los viajes fueron fortaleciendo la relación. Franco es apellido Ureta y su papá es Ernesto Ureta, piloto de A-4C en Malvinas. Ureta es uno de los 20 combatientes que recibió la Cruz La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate por una misión en la que dejó inutilizable al portaviones inglés HMS Invincible.
A comienzos de 2012 fui contactado por un periodista y un fotógrafo noruegos. Jo Moen Bredeveien tenía intenciones de conversar con Constantino Davidoff, el chatarrerro por el que se inición el conflicto bélico en 1982. Jo estaba acompañado por el fotógrafo Eivind Natvig. Fui el fixer de ese trabajo y otra vez el destino me reunía con las Malvinas. Los noruegos se interesaban por Malvinas y su artículo sería publicado en la revista Plot. Y otra vez Malvinas se hacía presente.
Para ir cerrando la historia, a Claudio lo conocí en Abril cuando viajamos invitados por Rafael Smart y Cielos Patagónicos a formar parte de un gran homenaje a los pilotos de Malvinas al cumplirse 30 años de la guerra del Atlántico Sur. Fue idea de Claudio juntar a la mayor cantidad posible de aviadores de Fuerza Aerea y Armada y logró que 15 de esos heróicos hombres compartieran con nosotros una semana inolvidable en lo que fue la primera reunión de pilotos de ambas fuerzas. Sobre ese viaje hice este pequeño artículo titulado Malvinas. Fueron la humildad y el profesionalismo de Claudio lo que me cautivaron. Lejos de cualquier recelo o egoismo Meunier se comportó como un verdadero colega y me ayudó en todo lo que estuviera a su alcance para que pudiera obtener las mejores imágenes de ese viaje homenaje. Es muy común en este gremio que cada uno «cuide su quintita» y se reuse a colaborar con alguien que no es del palo. Claudio viene trabajando el tema desde siempre y Horacio Clariá es un excelente fotógrafo que también dedica toda su pasión a hacer fotos de lo que queda en las fuerzas armadas. A ellos les debo mi respeto por lo bien que me recibieron en este hermoso trabajo de homenajear a los héroes de la Patria, a los que perdieron la vida en Malvinas y a quienes la ofrecieron desinteresadamente y tuvieron la fortuna de volver junto a sus familias y amigos.
30 años después -y gracias a Claudio Meunier- hoy tengo un nuevo hermoso grupo de amigos.
A quienes puedan y quieran les recomiendo que se hagan de Del Infierno a la Victoria. Me escriben y los contacto con Claudio.