Una de las primeras aventuras del Club Empujadores de Autos Clásicos a la que me puedo sumar. La mayoría de las anteriores habían sido en Patagonia, pero esta vez el desafío era llegar en un Siam Di Tella al Museo Fangio en Balcarce, provincia de Buenos Aires. Eran unos 600 kilómetros, en un auto moderno se hacen en unas horas y sin parar siquiera a cargar nafta. Nada más alejado al modo de viajar en clásicos donde las paradas se hacen cada no más de 150k recorridos -y estamos hablando de alrededor de 3 horas para cubrir esas distancias-. Partimos junto a Rafa -entusiasta fundador del CEAC- bien temprano. El viaje arrancó con la bendición por parte de Zaira Nara -madrina involuntaria- que desde 2 gigantografías que hay en General Paz y Libertador observa atónita el pasar de los autos clásicos antes de cada salida. A las 6AM arrancamos hacia el Sur sin inconvenientes, tanque lleno, buena presión de aceite y el mismo sistema de calefacción que algunos usan en sus camionetas 4×4 para no quedarse dormidos en la ruta, la técnica consiste en tener frío y en eso este Siam es especialista, ni los dos pares de medias en capas servían. Pero el frío en estos casos no es más que un estado de ánimo y la moral de la dupla conductiva difícilmente iba a ser tirada abajo por una calefacción defectuosa, era anecdótico. Digamos que al Di Tella las autopistas le sientan bárbaro, 70 km/h de velocidad promedio y casi 3 horas de andar non-stop hasta que una agujita se volvió loca. Perdíamos presión de aceite y parecía no resolverse. Por suerte la estación de servicio de Andrés apareció frente a nosotros. Era una de esas que fueron Puma, Isaura o vaya uno a saber qué antes de convertirse en EG3 para luego pasar al abandono casi total. Hoy sólo vende gas-oil a tractores de la zona y aceite en bidones. Y fue cuestión de echarle unos litros de aceite para calmar la locura del reloj. Y así, el Caballero Rojo volvió a rodar por algunas horas. Mates, buena charla, unas cuantas fotos de la experiencia y otra aguja que dejaba de trabajar como corresponde, ahora era la de combustible que dejó de marcar el medio tanque para moverse alocadamente entre la V y la LL (vacío y lleno, auto de industria nacional y para el mercado local). Eso se sumó a una pinchadura que no logramos solucionar con los 3 auxilios que teníamos por una pequeña contingencia y el llamado a la grúa se hizo realidad. Era el mediodía, Rafa hizo dedo hasta Ayacucho porque en la ruta no había señal y yo disfruté de las bondades del asiento enterizo delantero, siesta de no menos de 2 horas y Rafa que vuelve con las novedades. Tras una triangulación telefónica a Buenos Aires tendríamos grúa en alrededor de una hora. Y así fue, llegó Leonel desde Tandil y subió al Caballero a la camilla de su Iveco. Entre cumbias conocimos algo de la vida de este verdadero auxiliador de clásicos quien en poco menos de una hora nos bajó la nave en el segundo taller que visitamos en Ayacucho, es que Cachito tenía mucho trabajo y prefirió recomendarnos otro lugar para que pudiéramos volver a la ruta lo antes posible. Así fue que terminamos en lo de Acuña, quien hizo un trabajo de artesano en el carburador para que el Di Tella pudiera volver a hidratarse con normalidad. Aprovechamos el stop para poner la máquina en condiciones, compramos matafuegos, botiquín y demás y nos ocupamos de poner en funcionamiento los auxilios -algo que un tipo precavido hubiera hecho antes pero ni Rafa ni yo estamos en ese grupo de hombres-. Con todo listo para partir a la mañana siguiente nos entregamos al lujo del Plaza Hotel Ayacucho y a dormir plácidamente. Había sido un día de muchas emociones y todavía no habíamos llegado al objetivo primario, Balcarce; después a Rafa y a la máquina les esperaba un viajecito hasta Bariloche. Al otro día bien temprano salimos a la ruta y en 2 horas estuvimos en Balcarce, esta vez sin problemas técnicos. Aprovechamos el relax de viajar sin inconvenientes y nos desviamos a un camino rural para hacer algunas fotos en la tierra. En el control policial de acceso a la ciudad los policías se encariñaron tanto con el Caballero Rojo que lo demoraron por algunos minutos con la excusa de ver los papeles pero con la clara intención de poder disfrutar de tener un clásico -aunque más no sea por un tiempito- entre sus patrullas. Cosas que pasan. Visitamos las 2 sedes del Museo Fangio, gran programa para hacer en familia, el tipo además de haber sido el mejor piloto de todos los tiempos fue un señor en su vida pública y eso es destacable y admirado por todos aquellos que lo conocieron. La colección de autos es impresionante y están todos en muy buen estado de conservación. Además, la puesta es ideal para poder verlos de todos lados y hacer buenas fotos. Con algunos libros y souvenirs de recuerdo partimos a la tarde. Mi intención era tomar el micro de regreso a Buenos Aires pero un paro de transporte no me dio alternativas y tuve que seguir hasta Bahía Blanca junto a Rafa en el Caballero Rojo, un sacrificio indescriptible. Fuimos recibidos en Bahía por el amigo Claudio Meunier, historiador e investigador en temas aeronáuticos. Conversamos mucho con Claudio sobre historia y sobre su último trabajo próximo a editarse con material inédito sobre la Guerra de Malvinas ,Jamás Serán Olvidados, es prometedor por el material que me permitió ver, en cuanto salgo aviso. Los trillizos de Claudio son un espectáculo aparte. Hicieron algunos dibujos del Caballero Rojo y sorprendieron a Rafa con sus pinturas como regalo minutos antes de partir. Para mí ahí terminó esta primera aventura junto al Caballero Rojo. Rafa tuvo algunas posibilidades más de conocer gente camino a Bariloche ya que tuvo unos cuantos inconvenientes técnicos como rotura de la base del alternador, recalentadas varias y hasta una sopladura de junta. Pero algunos días más tarde llegó a Bariloche y sumó un clásico más al CEAC Patagonia que es lo más importante. El balance del viaje es más que positivo ya que tuvimos muchas horas para planear acciones a futuro junto a veteranos de guerra de Malvinas, generar lazos culturales a través de los autos que despiertan afecto y recuerdan a nuestros seres queridos mayores. Todo eso esta empezando a tomar forma y seguramente pueda estar ahí con mi cámara.