Segundo año consecutivo que hacemos un viaje a Santa Cruz en conmemoración de la Guerra de Malvinas, para honrar a los caidos y compartir una semana de paseos, esparcimiento y reflexión con pilotos, familiares y amigos de quienes tuvieron la valentía de participar en el conflicto bélico.
El homenaje fue organizado por un grupo de amigos, el viaje fue a la Estancia El Cóndor, propiedad de Cielos Patagónicos. Una hermosura que se encuentra a orillas del Lago San Martín y dentro de la cual hoy esta el recientemente bautizado Cordón Pilotos Héroes de Malvinas. Porque a eso fuimos por primera vez en Abril de 2012, a darle nombre a la cadena de montañas y a depositar en su base algunas placas que recuerdan a algunos de los pilotos que con bravura, lealtad y coraje dejaron todo en defensa de la soberanía argentina.
Este año llevábamos el compromiso de depositar las placas en la cima de los cerros que fueron bautizados con el nombre de los aviadores fallecidos. Una idea inicial era hacer una travesía por todos los picos pero fue modificada sobre la marcha con la intención de que algunos pilotos pudieran hacer cumbre. Así fue que hicimos un campamento intermedio, se dividió al grupo en dos equipos -uno que buscaría lo más alto del Marquez y otro que haría una aproximación- y tras dos jornadas de caminatas pudimos hacer cumbre en el Pico Marquez, que lleva su nombre en honor al marplatense Teniente de Navío Post Mortem Marcelo Gustavo Márquez. Su hermano Mariano nos acompañó hasta la base del cerro con entusiasmo y curiosidad y fue una de las grandes motivaciones para que pudiéramos hacer cumbre.
Las placas fueron depositadas por algunos amigos, que saben y mucho de montaña, en compañía de Marcelo Moroni, quien participó en Malvinas a los 23 años con el grado de Alférez. Marce dijo palabras muy emotivas en la cumbre del Marquez, hicimos algunas fotos, aplaudimos, lloramos un poco también y contemplamos el paradisíaco paisaje de la Patagonia santacruceña en un día climatológicamente único. A los pocos minutos Marcelo pidió la palabra nuevamente porque la emoción lo había embargado y no había podido explicar todo lo que sentía en ese momento. Creo que nunca alcanzarán las palabras para ninguno de los que fuimos parte -y me imagino que mucho menos para él por lo vivido y por el respeto y cariño a sus camaradas caidos en combate-. Otra vez la emoción, los aplausos, los abrazos, el momento de reflexión de cada uno, la contemplación de la inmensidad que nos permite la altura y a preparar el descenso para compartir las emociones con aquellos que no habían podido subir hasta la cima. Nuestro homenaje fue observado de cerca por un cóndor que se acercó a curiosear y a dejar en claro que estábamos ante la inmensidad misma de la naturaleza.
Ya cuando encarábamos el pedrero de la bajada nos encontramos con que -a los gritos- Bam Bam Barrionuevo se quejaba de que no lo habíamos esperado para hacer cumbre. Es que no lo creíamos posible cuando algunos minutos atrás lo habíamos dejado exhausto sentado en una piedra con su camiseta de Boca. Pero el tipo nos sorprendió a todos, sacó fuerza de donde una persona cualquiera ya no encontraría y subió a honrar a sus amigos, hermanados a través de la guerra. Otro momento de gran emotividad sin dudas. Bam Bam tuvo su foto en la cumbre gracias a la inagotable energía de Edwin, un flaco de 23 años que nos guió a todos a la cima por el entusiasmo de ser guía de montaña recién recibido. Edwin no había nacido cuando fue la guerra de Malvinas, me atrevería a asegurar que ni estaría en los planes de sus padres. Y en un principio para él era una de sus primeras experiencias como guía. Dias después hablábamos de la magnitud de la excursión y él no podía creer de la experiencia de la que había sido parte. También con la humildad reinante en el grupo, Edwin no podía reconocer que gran mérito de que 10 personas hicieran cumbre en el Marquez le cabía a él con todas las letras.
Llegamos al campamento base en medio de la tarde y fuimos recibidos como nunca me pasó en la vida, de repente y en medio de la nada, un pasillo de aplausos, abrazos y lágrimas resignificó una vez más una excursión de montaña en un emotivo momento histórico para aquellos que respetamos y honramos a nuestros héroes, a los que dejaron la vida en las islas, arrebatada por una guerra, y a quienes la ofrendaron y tuvieron la fortuna de volver para contarlo. Los muchachos que formaban el segundo grupo nos habían preparado de todo, fuimos recibidos con una hidalguía que creo que pocas veces se les dio a ellos que todo lo dieron. No puedo dejar de emocionarme al recordar el momento. Recobramos fuerzas con un catering espectacular preparado por Luis «Tucu» Cervera y al rato emprendimos el regreso a la estancia, se venía la noche.
Teníamos algunos caballos, no eran suficientes para todos, algunos podrían volver cabalgando y el resto del equipo debería volver a pie. Un momento muy emotivo, fue ver con la determinación que Vicente Auterio tomó la posta y casi sin levantar la voz decidió que quienes habíamos hecho cumbre debíamos volver montados a caballo, su decisión se cumplió casi a rajatabla, salvo por los primos Emiliano Leto y Guillermo Noto, grandes escaladores y aventureros que cedieron sus monturas a otros VGM. El regreso fue un poco accidentado porque la noche nos encontró en la montaña y no fue fácil seguir la senda, pero gracias a los GPS y al conocimiento y la paciencia del baqueano Pedro Aquino llegamos a la estancia para la hora de la cena.
El viaje continuó con asados, trucos, anécdotas y demás en el casco de El Cóndor hasta que en los días siguientes de a poco nos volvimos a Calafate para tomar cada uno su vuelo de regreso a la rutina de cada cual. Quedaron miles de historias, recuerdos y emociones en los corazones de los participantes. Algunas se volcarán en el próximo libro del historiador Claudio Meunier -gran impulsor de estas actividades- y seguramente todas serán parte de las experiencias de vida que todos nosotros contaremos a nuestros herederos.
La historia los convertirá en próceres a estos aviadores que supieron vencer a la adversidad en cada momento, pero somos hoy quienes estamos vivos los que les debemos respeto, aprecio, cariño y ganas de imitarlos a estos bravos halcones que entregaron todo sin pedir nada a cambio. Rescato nuevamente la reflexión que saqué cada vez que estuve reunido con algún hombre que participó del conflicto de Malvinas, la guerra es algo horrendo que ningún ser humano debe buscar, pero en aquellos que combatieron encontraremos siempre valores e ideales para aprender. La dignidad, la entrega y la humildad que tienen estos hombres debería ser hoy el faro que nos guie para lograr aquello que más ansiamos, en lo personal, en la familia y como sociedad.
Se vendrán en breve algunos viajes con los pilotos para que todos puedan conocer sus historias, viajaremos en los autos clásicos que el CEAC está poniendo en condiciones.
Les dejo algunas fotos, tal vez muchas, pero se me hace imposible ilustrar la belleza patagónica y las emociones vividas en menos fotos que estas.