La semana pasada me tocó cubrir una disertación en la Facultad de Agronomía y Veterinaria, como tenía que cubrir a un colega amigo no sabía del todo cómo venía la mano, solo que se trataba de una exposición sobre contaminación y medioambiente. Para mi sorpresa, el orador principal era Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de La Paz en el año 1980.
Pocas veces escuché a una persona hablar tan segura de temas muy complejos que involucran a las más diversas culturas, clases sociales y actores muy poderosos que encuentran en países pobres el grado de complicidad, corrupción y desesperación para poder obtener réditos con métodos que en sus lugares de origen no están permitidos. La mega-minería, la agricultura trangénica, el fracking fueron los temas en los que centró su exposición Esquivel. Pero lo que más me emocionó fue su enfoque holístico, una visión superadora del objetivo de crecer o desarrollarse como sociedad. El entender que el proceso en el que se encuentra el mundo no tiene ningún sentido si no es en función del hombre como un ser pleno, que se relaciona con la naturaleza, de donde obtiene lo necesario para vivir pero en armonía y equilibrio y donde principalmente encontrará su plenitud y su independencia.
«Educar para la libertad» fue la frase que me cautivó durante la charla, mientras hacía las fotos me corrió un escalofrío, se me puso la piel de gallina y en el momento no pude más que pensar en lo agradecido que debo estar a la fotografía como herramienta para conocer gente, lugares y principalmente historias.