Y el CEAC tuvo su bautismo como equipo de trabajo. La misión era ir a Tandil en un Peugeot 404, El Mahatma, en busca de la Anahí, una ambulancia Dodge del ´40 y regresar a Buenos Aires a como de lugar y en lo posible dentro del mismo fin de semana. Claro que con los fierros todo esto puede estar pautado pero no siempre se sabe qué va a suceder.
Salimos el sábado temprano con Guille Noto en busca del Rafa Smart que había tirado una vagas coordenadas de dónde lo encontraríamos. En un viaje muy tranquilo, la velocidad pasó a ser algo anecdótico ya que rara vez sobrepasamos los 80km/h, velocidad óptima para el fotógrafo, el curioso y para la charla y la reflexión. Tomamos algunos mates -pocos a decir verdad- por un error de logística personal pero charlamos mucho y eso es lo importante.
Para el mediodía estábamos en las afueras de Tandil buscando la casa de Francis Madero, quien estaba «soportando» al Rafa desde hacía algunos días y a la Anahí desde algún tiempo más. Fuimos recibidos con una asado espectacular, compartimos unos Cavagnaros y después del almuerzo llegó el momento de la siesta reglamentaria. Cada uno a un espacio en sombras y a descansar. Cuando nos despertamos, un poco de pileta, unos mates y a emprender el regreso.
La vuelta fue en tandem, el 404 y la Anahí, y optamos por ir hasta Ayacucho por caminos vecinales para poder disfrutar de la zona. Conocimos el Club Social y Deportivo El Solcito y en su almacén compartimos unas palabras con Juan Francisco Inza, sus abuelos fueron poblando la zona en 1875 provenientes del país Vasco.
Las siglas CEAC provienen de Club Empujadores de Autos Clásicos y al partir de El Solcito el Empujadores tomó toda dimensión. El burro de arranque de la Anahí estaba algo fatigado con sus 70 años a cuestas y no quiso saber nada con alejarse de su Tandil natal. Cuestión que tuvimos que empujar a la Dodge y con Rafa arriba. Unos metros de empuje y salimos a toda marcha con la idea de llegar a La Constancia, otro pequeño paraje camino a Ayacucho en el que nos recomendaban conocer las tortitas negras de la panadería local. Cuando llegamos estaba cerrada, punto a favor para la dieta de harinas que debemos encarar los excedidos de peso del Club.
Llegamos a Ayacucho, cargamos nafta COMÚN en la estación de servicio sin marca del pueblo y allí los piropos a los clásicos fueron por doquier. Asistimos a un fanático de River con su Siam Di Tella pintado rojo y blanco e hicimos algunas fotos con la gente que se deleitaba con la ambulancia y su estruendosa sirena. De allí en más todo fue asfalto y emociones de las más variadas hasta el ingreso a la Gran Ciudad.
Muchos saludos y sonrisas cómplices en los kilómetros siguientes y para mi gran sorpresa, gracias a que la Anahí es ambulancia no pagamos los peajes, un lujo!
Verdaderamente los clásicos reconfortan, son ponderados por todos y traen recuerdos familiares a todo el mundo. Una gran aventura formar el CEAC, ojalá crezca cada día y sus valores (solidaridad, amistad, compañerismo, observación, contemplación) sean cada día más comunes en esta sociedad que tan fuera de foco estamos haciendo.