«Mañana a las 7AM salimos para patagonia, hay un lugar en la chata si queres venir» fue la oferta de Juancito, hijo de mi prima Paula via whatsapp. Era sábado a la noche y yo volvía de trabajar en un torneo de natación en Rosario, Santa Fe.
La invitación sonaba tentadora, después de haber trabajado unos cuantos días al intemperie y con mucho calor, un poco de sur nunca viene mal. Claro que yo no sabía el motivo del viaje y era el incendio que se estaba propagando fuera de control hacía algunos días en la zona del lago Cholila. En cuanto supe que la idea era ir a trabajar en el incendio ni lo dudé y me sumé (dejando una vez más colgada a Juli en casa, a quien le debo agradecer la paciencia y el amor incondicional por bancar una y otra de mis locuras). Dormí un par de horas, armé un bolso rápido y el domingo estaba en la ruta junto a Juan y Pedro, su hermano menor. El lunes llegamos al campo San Esteban y la cosa estaba dura, mucho fuego en un gran bosque reseco por las escasas lluvias, algo de viento y pronósticos de lluvia nulos.
Trabajamos en brigadas que se organizaban entre los vecinos para proteger las casas e intentar controlar un fuego que todo se lo devoraba. Primeros días de poca presencia estatal más allá del helicóptero de la provincia de Neuquén y un panorama que pintaba mal.
Con los días la coordinación y los medios fueron apareciendo y para el miércoles o jueves ya éramos un equipo que trabajaba junto a los bomberos del Plan Nacional de Manejo del Fuego, los brigadistas de Parques Nacionales, vecinos de otros campos aledaños y con el apoyo de familiares y amigos.
La verdad es que no quisiera meterme en el escabroso tema de las responsabilidades más allá de lo que yo pude ver y esta a mi alcance. Pasaron muchos días hasta que el Estado se hizo presente, una vez presentes había muchísimos recursos técnicos que no podían ser operados por falta de recursos humanos -autobombas de última generación pero que eran operadas por voluntarios de Bariloche que nunca antes habían visto una máquina de esas dimensiones-, los bomberos comían unas viandas que dejarían hambriento hasta a un oficinista que trabaja 8 horas sentado y lo peor de todo, oír el destrato y la falta de respeto que Jorge Barrionuevo tuviera que vivir de parte de un impresentable como Aníbal Fernandez, ahora en el rol de Jefe de Gabinete del gobierno nacional.
“Este gobierno no se merece esto. Lo sacamos a bolsazos, basta de estar soportando inoperantes que se creen que esto es un chiste” dijo Fernandez al referirse al piloto veterano de la guerra de Malvinas. Claro, es un año electoral, el Estado tardó en dar respuesta porque minimizó el poder del fuego y cuando ya era tarde no podían ser ellos quienes tuvieran la hidalguía de reconocer su error. Así fue que el tipo que eludió a la Justicia escondido en el baúl de un patrullero mientras era parte de la mafia duhaldista menemista en los 80’s y 90’s se jactó de menospreciar a un hombre que entregó su vida y fue condecorado y reconocido en el mundo entero por su heroismo y entrega. Una muestra más de lo difícil que es que los comunes nos metamos en política sin ser devorados o manchados por esa corporación mafiosa que solo hace pensando en su tajada o beneficio personal.
En definitiva, el fuego devoró más de 40 mil hectáreas y sigue descontrolado, aparecieron algunos focos en lugares más poblados y claro está, aparecieron culpables -perejiles preferiría llamarlos yo- que pagarán la inacción del Estado que en los últimos años logró politizar hasta las decisiones técnicas y es así que un profesional debe ponerse en manos de un legislado o intendente en vez de obrar de acuerdo a sus conocimientos y estudios. En eso estamos, en manos de ladrones, codiciosos y tipos que perdieron la ética hace mucho.