Buenos Aires – Bariloche en el Siam Di Tella, para despedir al verano con todo y para hacer algunos ajustes internos.
Venía postergando una salida a las ruinas de Epecuén, demasiado lejos para ir en el día, nunca tengo un fin de semana libre y algunas excusas más que fui dejando de lado cuando surgió esta travesía.
Finalmente llegó el día en el que haría noche en el Matadero, obra de Francisco Salamone. Arranqué de casa temprano, para evitar la hora pico pero a la altura de General Rodríguez tuve que volver porque recordé que había olvidado la bolsa de dormir y de Bariloche viajaba a Santa Cruz, no daba para dormir 10 días sin una buena bolsa de dormir. Cuestión que volví a entrar y salir de la ciudad en hora pico. Un detalle.
Ya en la ruta hice algunas paradas para hacer fotos, Tomas Jofré, La Verde, algunos paisajes camperos y un atardecer hermoso a la altura de Pehuajó, donde pasé la tarde con mis amigas “Las Manuelitas”, tres personajes hermosos que conocí a fines de 2018.
De ahí a cargar nafta en Carhué -cometí el error de llenar el tanque cuando a pocos kilómetros de ahí esta Maquinchao que ya es parte de la patagonia y los combustibles son más baratos- tomar algo y directo al Matadero.
Pasé gran parte de la noche contemplando el edificio y la gran cantidad de estrellas que se ven apenas te alejas de la contaminación lumínica de las grandes ciudades. Aproveché para aprender a usar algunas funciones de PhotoPills y tiré unas cuantas fotos con la reflex digital (Nikon D800E). El resto del viaje fue todo de la Mamiya RB67, la Nikon F2 y un iPhone X con el que hago tomas desde Lightroom CC, como la de este posteo.
El paso de una estrella fugaz fue el broche de oro y marcó el cierre de la noche, eran las 3:30 y al otro día tenía que recorrer Epecuén y manejar hasta Neuquén.
Pero eso será parte de otro posteo. Recomiendo 100% la experiencia de vivir una noche en El Matadero.