Objetivo cumplido. Tras varias ediciones queriendo participar de la fiesta del Gauchito Gil en Mercedes, Corrientes, este año me decidí, organicé algunas cosas, improvisé otras y con el Di Tesla como estaba partí.
El clima se apiadó y no pasó de los 35 grados en toda la semana que compartí con algunos amigos locales y con muchos de los devotos del Gaucho. El Siam puso lo suyo también, se comportó como un 0 km.
La devoción por el Gaucho la venía viviendo de cerca por tantos kilómetros de rutas recorridas en los últimos años, pero verlo así en vivo y con la pasión de tanta gente que se congrega de todos lados, es único.
Arranqué el 5 de enero, en la ruta Panamericana, a pocos kilómetros de casa, crucé algunos autos con banderas coloradas en sus lunetas. Ya en Entre Ríos, sobre la ruta 14, eran más frecuentes: banderas, bocinazos y la complicidad entre quienes año a año se congregan en Mercedes.
Hice noche en Mocoretá, bajo algunos árboles y me desperté con lluvia y fresco, clima ideales para el Siam. Así me dispuse a recorrer los últimos kilómetros. Y ya en la ruta 119 TODO era Gauchito Gil. Los vecinos de los pueblos cercanos peregrinando en lo que se pudiera, autos en todos sus estados, motos más grandes, ciclomotores más chicos, de a caballo, en colectivo. Todos en camino a Mercedes, a la fiesta del Gauchito.
El 6 llegué a Mercedes a las 14, me esperaba «El Dotor Luis Miguens» pero uno sabe respetar los tiempos y la siesta es sagrada. Me fui hasta el santuario, un poco para ver cómo venía la cosa y otro poco para calmar mi ansiedad. Y frente al Gaucho, lo que para cualquiera podría ser un percance, para quienes manejamos clásicos una experiencia más, pinché una rueda delantera. Ahí nomás varios muchachos se acercaron a brindar ayuda, a preguntar la edad del Di Tesla y hasta a ofrecerme alguna bebida para mitigar el calor.
Los muchachos de Tigre, además de convidarme un tinto con mucho hielo, se hicieron una foto con el clásico. Y así arrancó mi experiencia Gauchito Gil. Del Santuario a la gomería, y casi por culpa del destino, doblé mal en una esquina y terminé conociendo a la agrupación gaucha que organiza el tradicional desfile por las calles de Mercedes el 7 por la tarde. Ahí nomás coordinamos y agendé algunos contactos. Paseo por Mercedes, donde conocí a mucha gente que desde distintos lugares de Argentina se acercaba a participar de la fiesta. Me hice una foto con los agentes de Tránsito de Mercedes que quedaron enamorados del Di Tesla y ahora si, unos mates y mucha charla con mi amigo «El Dotor», descanso fulminante después de tantas anécdotas y a prepararse para la fiesta del 7 por la noche.
Hice todas las fotos con la Nikon F2, un lente 50mm ƒ1.4 y película Lomo de 800ISO. Hoy, con tanto color y velas me hubiera gustado hacer todo el trabajo en diapositivas, que lejos de lamentarme, lo agendé como objetivo 2020, pues habrá que volver!
El desfile por Mercedes fue a bordo del camión en el que viajan los animadores y los músicos, una experiencia hermosa. Dimos una gran vuelta por las calles principales, la plaza y desde ahí hasta la rotonda de entrada. Todo acompañado por la banda de música militar. De la rotonda me faltaban unos 10 kilómetros hasta el Santuario y no tenía más de una hora para los fuegos artificiales. Empecé a caminar a ritmo y a pocos metros de la rotonda, un chico que iba en una motito me levantó, en menos de 10´estábamos en medio de la fiesta.
Y de repente, a las 12, el cielo se llenó de luces, estruendos, sapucay, aplausos y todo tipo de gritos de alegría, agradecimiento y fiesta. Así es la devoción por el Gaucho, el santo del pueblo, patrono de los caminos, que congrega a unas 300.000 personas al costado de una ruta -donde se dice que fue muerto a manos de un sargento a quien luego le cumpliría el milagro de sanar a su hijo enfermo- en una humilde ermita rodeada de precarios puestos que venden todo el merchandising, bares, despensas y todo lo que se necesita para hacer más amena la estadía.
Si bien no hay una organización «oficial» todo ocurre ordenada y sincronizadamente. Los festejos con fuegos artificiales a partir de las 12, cada quien ofrenda lo que tiene, se comparten botellas y cartones de vino, los hinchas de distintos equipos de fútbol que en otro contexto se estarían peleando a muerte, se unen -o al menos conviven varios días sin que medie una sola pelea-, se baila, se canta y se festeja.