Arranqué al revés. Antes de terminar de cursar periodismo la Argentina neoliberal estalló a finales de 2001 y a mi que me gustaba mucho hacer fotos y marchar en contra de lo que no me gusta, encontré en todo ese caos de manifestaciones y represión un espacio para hacer fotos.
Esos rollos llegaron más rápido de lo que yo creía a las mejores manos y de repente estaba publicando mis primeros trabajos en medios internacionales sin siquiera conocer un solo diario local. Washington Post, Chicago Tribune y algunas publicaciones europeas fueron mis primeros clientes.
Enseguida pude pasarme a la fotografía reflex digital y de ahí en más no paré.
Como reportero gráfico tenes que ser versátil y saber hacer de todo. Gracias a que tenía mis trabajos personales en paralelo nunca tuve que hacer una foto que no quisiera.
El sueño adolescente de viajar haciendo fotos para revista Aventura se hizo realidad y así la colección entera se empezó a nutrir de nuevos números en los que aparecían mis trabajos.
De ahí al diario Perfil casi por accidente y me transformé en reportero gráfico, por lo idílico era lo que había querido siempre.
Perfil, por ser un «diario» que no sale a diario sino solo los fines de semana, tenía un tratamiento distinto de la fotografía, más cuidado, casi de revista. La diversidad de temas a cubrir también tenía un diferencial y pude meterme en lugares increíbles.
Siempre tuve suerte con las guardias periodísticas.
Nunca me clavé demasiadas horas y creo que nunca -o casi- volví sin la foto.
Me pasé una tarde entera desarmando y fotografiando TODOS los porta retratos del mítico piso de Habana y Segurola de la familia Maradona, con la complicidad de Dalma y a riesgo de que «La Claudia» nos linche a ambos!
Entré a cárceles, loqueros, boliches, al Congreso, canchas de fútbol del Ascenso, pude ubicar a alguna «famosita» con ínfulas de diva y cada tarde era una historia distinta. Divertido.
Cromañon fue un punto de inflexión. Pasé el límite que podía soportar, esos chicos eran yo en mi adolescencia, metiéndome a verdaderos antros porque la música que escuchaba era poco popular y las bandas tocaban en lugares como ese o peores. Cubrí la noche del incendio, los días posteriores y las primeras marchas. Pero de ahí en más nunca fue lo mismo y me decidí a cambiar.
De a poco me fui alejando del ruedo, trabajaba todas las semanas pero cada vez me afectaba más lo que veía. Empecé a buscar ambientes en los que me sintiera más cómodo, las cabalgatas, los deportes y cuantos más viajes, mejor. La precarización también ayudó y de repente nos empezaron a reemplazar a los fotógrafos por el «periodismo ciudadano» que fue la forma elegante que encontraron para llamar al robarse las fotos de las redes sociales. Una de mis últimas coberturas fue esta de abajo, la internación de la Presidente Cristina Kirchner, paradoja de lo que fue mi carrera, un gobierno de discurso populista que vino a maquillar el modelo por el que empecé a hacer fotos.